Cuando llegan las corbatas, los tacones ya hace rato que se han sentado. Ellas, extienden sus puños coronados por vistosos gemelos, pero, en lugar de estrechar las manos a los tacones, los atraen hacia ellas y los besan en ambas mejillas.
A la mesa, se sientan seis corbatas, dos pares de tacones y tres personas del Departamento de Desarrollo de Producto. La reunión la ha convocado un par de tacones y debería haber empezado hace media hora, pero las corbatas no consiguen perder la costumbre de celebrar pantagruélicos banquetes de lunes a viernes. Por el contrario, los tacones, prefieren un almuerzo frugal, si puede ser en la oficina, para hacer jornada continuada y optimizar el tiempo. Aun así, se adaptan al horario de las corbatas, lo que les supone muchas horas extra al final de la semana, y las esperan con una sonrisa en los labios. Las corbatas no ven nunca el hilillo de bilis que asoma a los tacones entre los dientes mientras son besados a disgusto. Un par de tacones, con educación exquisita, ofrece a las corbatas un café o un vaso de agua. No porque deba rendir pleitesía a las corbatas; lo hace porque es su oficina, es el anfitrión y lo considera un gesto de cortesía. Igual que cuando l@s amig@s vienen a casa. Las corbatas agradecen ese gesto, que interpretan de adorable sumisión, intentando reproducir la caída de ojos de George Clooney, mientras disfrutan de una buena taza de Nespresso. Como son modernas de libro y han hecho un máster en feminismo ilustrado, se abstienen de exigir copa y puro. Los culitos de los tacones se acomodan en las sillas con las piernas cruzadas y el torso erguido, aunque no tanto como para que los "pechotes" se les marquen en exceso bajo la chaqueta. Los corpachones de las corbatas se desploman ocupando todo el espacio de sus butacas y alrededores, con las piernas bien abiertas, marcando claramente su amplio territorio de dominación y dándole aire a sus huevazos, para que puedan estar bien a gusto. Las corbatas intentan llevar la batuta de la reunión practicando a tutiplén la condescendencia y el “mansplaining”, para que los tacones se sientan integrados. Mientras, ellos piensan cómo desearían ser unas buenas Converse para que sus cerebros solo tuviesen que pensar en todas las cosas importantes que tienen en la cabeza, sin interferencias inútiles, como que tienen que cambiarse la tirita del dedo meñique en la primera ocasión en la que puedan escaparse al baño. La reunión, entre el lucimiento de las plumas de la cola y la competición por ver quién la tiene más larga, se extiende dos horas más de lo debido y fuera, ya ha anochecido. Los tacones corren hacia sus coches, intentando llegar a clase de pilates, a ver a la familia, a bañar a l@s niñ@s, a recoger la casa, a preparar la cena, a escribir un relato para la clase del día siguiente, a sacar a pasear a la mascota o a leer una novela, maldiciendo que ya han cerrado la farmacia, la ferretería, el supermercado, la droguería, el taller y la librería. Las corbatas, sin prisa, permanecen un rato en la puerta del edificio, fumando distendidamente un cigarro. Una de ellas increpa a un par de tacones:
©PaulaPalacios2018
1 Comentario
RFL
15/1/2020 11:25:01 am
Brillante Paula. Olé tus ovarios!
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Junio 2021
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