¿Acaso no sabéis hace mucho tiempo, que desde que nací, estaba condenado a muerte por la naturaleza? (Platón. Apología de Sócrates) Por fin, después de dos noches completas en vela, hoy he conseguido dormir, y por la mañana, me ha sorprendido la luz del sol entrando por la ventana. Ahora, resplandece fastuoso sobre tu olivo que, igual que yo, necesita un buen descanso de la lluvia. Hace un rato he tocado su tronco y estaba completamente empapado, aunque también comienza a tener pequeños brotes, que nos hacen mantener viva la esperanza de que la primavera no está tan lejos como nos parecía ayer. Dicen que los olivos son árboles fuertes, robustos y que duran mucho tiempo, aunque también dicen que no soportan el agua estancada en las raíces. Bien sabes que cuando lo plantamos, tuvimos cuidado de hacer un buen drenaje con piedras, pero esta maldita lluvia nos está poniendo constantemente a prueba. El invierno está siendo largo, húmedo y oscuro y la monotonía se regodea en este ambiente tan propicio para ella. En cualquier caso, conservo la esperanza de que seremos capaces de sobreponernos, y confío en que el olivo mantenga en pie tu recuerdo más años de los que yo podré ver. Y para cuando llegue el tiempo en el que yo ya no te piense, será porque tendré mi propio olivo, en el mismo sitio donde decidimos echar raíces y hacer nuestra la tierra. La pena por tu inesperado abandono, cobró vida en mi piel abriéndome tres llagas negras cuyas cicatrices conservo con orgullo, porque la nuestra fue la mejor de las amistades. Con frecuencia, he debatido sobre si uno debe irse con o sin despedida, si es mejor dimitir o desertar. Y, aunque he debutado en ambos escenarios, la única conclusión posible hoy para mí, es que cualquier adiós de un ser querido, se lleva un pedazo de alma y da igual si te avisan antes o no de que te lo van a arrancar; duele siempre. La recuperación, después, varía según los casos. A veces, con el tiempo, incluso descubres que lo extirpado era un tumor parasitario y que tus constantes vitales han mejorado notablemente con su ausencia. En las heridas del alma, está también la categoría de las traiciones, que lastiman, a veces gravemente, pero en lugar de cicatriz, hacen callo. Hoy, la casa parece igual de vacía que el día que te fuiste a hurtadillas y todo amaneció mudo. Aunque ya sabrás que no todos te echan de menos, y que algunos han hallado paz en tu ausencia, a mí me sigue faltando tu abrazo cada mañana y sentirte a mi lado en la cama cuando me desvelo por las noches. A los pocos días de irte, llegó con desfachatez un alborozado verano y después de un otoño seco, apareció este invierno llorón que aumenta mi desconsuelo. El viento sigue soplando del norte, encorvando todavía más los perales y haciendo bailar a la chimenea con su ritmo ciclogenético. Sus noches alegres son mis mañanas tristes, porque, como sabes, no puedo dormir con el vaivén de sus caderas metálicas rozándose con las tejas. Por el contrario, las escaleras se pasan el día en silencio y ya no se oyen discusiones de madrugada. Andrómeda, ahora, practica el soliloquio y Ulises, por fin, puede dormir con los dos ojos cerrados. Y así, la vida sigue su curso, aunque para mí, desde que te fuiste, la vida sea siempre un poco peor*. ©PaulaPalacios2018 * Sócrates, Andrómeda y Ulises son mis gatos. Sócrates murió repentinamente el 15 de junio de 2.017, el mismo día que cumplía 12 años. Sus cenizas descansan bajo un olivo.
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Junio 2021
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